Los compositores Marco Reghezza y Giovanni Scapecchi reflejan en esta ópera un profundo vínculo entre dramaturgia y escritura musical, intentando realzar los diferentes modelos dependiendo de la psicología de los personajes y de la ambientación contextual. Todos los momentos musicales están enlazados entre sí por una estructura dramática emocional, a veces patética y otras heroica. Para suavizar este rigor se ha utilizado un estilo multifacético que conduzca la audición hacia contrapuntos de claras reminiscencias gregorianas. Como también hacia melodías simples, perdidas en una atonalidad impredecible, tal es el mundo desconocido al que viajan las cinco naves. Todo ello sin perder de vista la belleza pura y limpia del sonido, que eleve al oyente a través de la razón o del corazón, o de ambos a la vez.
Mientras que las diferentes arias están dispuestas a modo de grandes retratos de los protagonistas, los hitos dramáticos están enlazados, bien por piezas de ambientación exótica, según el lugar, o también mediante conjuntos musicales de gran complejidad, donde las partituras se acercan a veces a los límites sacrílegos de la atonalidad, propiciando momentos de enorme emoción y sutileza.